El proyecto consiste en la reforma de un ático en la céntrica plaza de Cataluña, recién adquirido por un matrimonio inglés como vivienda ocasional en España. Con una situación privilegiada en una esquina de la plaza, este espacio de larga fachada y planta estrecha orientada hacia su terraza, así mismo estrecha y alargada, requería de una propuesta cuidadosa con la singularidad de su planta y con el uso que los nuevos propietarios pretendían darle. El objetivo era convertir el antiguo espacio de oficinas en un apartamento de fin de semana con todos los servicios y el confort de un hotel de alto nivel: un diseño cuidado y funcional hasta el último detalle que permitiera encontrar el apartamento siempre en perfecto estado, con grandes espacios de almacenaje preferiblemente cerrados donde todo tuviera su sitio, y un espacio altamente confortable y sofisticado con todos los adelantos tecnológicos en cuanto a seguridad, automatización, audio, video o clima.
En su interior, el orden se construye con pocas estrategias pero fundamentales. Al ser un apartamento pequeño y alargado, hay un esfuerzo por marcar los límites más extremos del espacio y permitir, con la sustitución de tabiques por elementos móviles, un recorrido visual lo más largo posible sin limitar la funcionalidad de los distintos usos. Por esta razón, se enfatizan estos límites -pared exterior, suelo y techo- con un tratamiento específico en color crema marfil.
En contraste con estos elementos, un único mueble continuo en madera de olmo teñido gris oscuro, sirve como pieza que refuerza la longitudinalidad del conjunto. Este elemento separa los usos privados de los comunes, incluyendo además todos los requerimientos funcionales y técnicos de la vivienda. A un lado del mueble y abriéndose hacia la terraza se encuentra el gran espacio común formado por la cocina-comedor y la sala. En el exterior, una hilera de pequeños árboles y elementos de almacenaje protege la privacidad de la vivienda prolongando su espacio interior hacia afuera. Al otro lado, el mueble de olmo se extiende hacia los espacios adyacentes de menor tamaño, como el vestíbulo y los baños, en forma de aplacado para paredes y techos.
El gran mueble longitudinal de olmo teñido que recorre la vivienda desde la cocina hasta el dormitorio principal por un lado y desde el dormitorio infantil hasta el baño principal por el otro lado, ordena las diferentes exigencias funcionales de las distintas zonas al mismo tiempo que las oculta para obtener el orden y la simplicidad deseados. De esta forma el mueble esconde los grandes electrodomésticos de la cocina como los hornos, el lavavajillas o el frigorífico; el pequeño despacho y el piano extraíble del comedor; el guardarropas del vestíbulo; los equipos de audio y video del salón; los roperos de los dormitorios o la televisión empotrada del baño principal.
El mobiliario que forma la cocina, formado por un conjunto frontal de pared y una isla, está pensado en primer lugar desde su posición como punto social de encuentro y cabecera del espacio común. Es por ello que el diseño de la cocina debía plantearse desde el concepto general del espacio y no desde la idea generalizada de cocina. Así resulta un mobiliario de módulos extra anchos, con frontales sin tiradores en aluminio cepillado color bronce y encimeras y salpicaderos en piedra arenisca encerada. Tanto el conjunto de pared como la isla tienen una modulación y un juego tridimensional de elementos sobresalientes común apreciable en la perspectiva.
El aplacado del vestíbulo y el baño principal, como extensión del mueble longitudinal, está realizado en el mismo olmo teñido. Este revestimiento de paredes y techo esconde el armario de instalaciones y la central domótica en el vestíbulo y aprovecha las paredes del baño para empotrar en toda su superficie pequeños armarios escondidos a los que se accede haciendo presión sobre sus puertas. Este elemento integra además la iluminación cenital indirecta dispuesta en el perímetro de las piezas.